Para los despistados, la primera parte era esta. Para los demás:
¿Dónde habíamos quedado? ah sí! en aquello de que debutaba en el atletismo popular y conseguía no llegar el último. Podéis reíros, pero menudo alivio supuso no entrar en la cola del todo en aquella carrera. Sobre todo porque algunos de mis alumnos estaban entre el público y ver al profe arrastrándose hasta la meta en última posición les hubiera hecho perder el poco respeto que me tenían, si es que les quedaba alguno.
Correr aquella prueba me supuso perder la vergüenza y en pocas semanas ya estaba repitiendo. Ese día descubrí que algunos corredores tenían un chip en propiedad y que se lo llevaban para casa! Aquella gente tenía que ser profesional, como mínimo. Y me pasé toda la carrera mirando los cordones de las personas que iban a mi lado, por si yo pudiera estar a la altura de semejantes portentos del atletismo.
Y le pillé el gusto, no vayáis a pensar. El ambientillo previo, el colocar el dorsal en la camiseta y que siempre me quedase torcido, los nervios del calentamiento, el ir a mear cuarenta veces antes de la salida, el hoy hace mucho calor, hoy mucho frío, el menudo perfil, el hoy he dormido poco… Pobre iluso que pensaba que era el único al que le pasaba todo esto!
En agosto, además de la vergüenza, había perdido 14Kg. Y qué carajo! Tenía que marcarme un objetivo. Facilillo, no fuera a ser que fracasásemos a la primera. 10km por debajo de 45′, para noviembre. En ese instante me puse en manos de uno de los entrenadores más conocidos del mundo, un tipo polivalente y con amplios conocimientos de la materia, alguien que tan pronto te arregla la nevera como te prepara un bacalao a la portuguesa. Sí, estoy hablando del Dr. Google, que además de médico y distribuidor de pornografía, también se dedica a esto del atletismo.
Fartlek, cuestas, rodajes progresivos… Estaba enriqueciendo mi vocabulario a pasos agigantados y hasta me atreví con las temidas series. Se me ocurrió que cuánto más cortas las hiciera más fáciles serían y me dije que hacer un 20×200 así, para empezar no debía de ser para tanto… Creo que a la 6ª ya había decidido que las series eran algo demoníaco y que mejor sería dejarlas para más adelante si quería conservar mi alma. Bueno, mi alma y mi cuerpo que también lo valoro mucho…
En Octubre di el gran salto de calidad. Es ese momento en el que decides comprar un cacharro que cuesta más de 200 euros y te dice la distancia que llevas, el ritmo, las pulsaciones y que te permite discutir con conocimiento de causa la distancia de las carreras homologadas. A las excusas de la temperatura y la falta de sueño se añade el por todos conocido «Estaba mal medida».
Ahora sí que estaba perdido, sobre todo porque tras gastar ese pastón, o usaba ese chisme a diario durante los próximos dos años o jamás podría decirle a mi mujer aquello de «¿Te vas a comprar otro vestido?, pero si tienes 40 y nunca te pones ninguno». Ese cacharro tenía que morir en mi muñeca y no en el fondo de algún cajón, costara lo que costase.
Con todo el equipamiento adquirido no podía fallar y no lo hice. Terminé esos 10km en poco más de 42′ y me pasé meses defendiendo que aquello medía 400m de más, que lo había dicho mi reloj de 200 pavos que sabía más que la rueda esa que usan para medir los homologadores.
Con el primer objetivo conseguido y tras un amplio periodo de reflexión de quince minutos durante la sobremesa de la comida postcarrera, decidí dar el salto a la media maratón. Y en un mes, me planté en Pontevedra dispuesto a correr 21km sin parar ni nada. Terminé en 1h29′ y me creí el rey del mundo por haber bajado de los 90′ en el primer intento, menudo pringao. Menos mal que no se me ocurrió asaltar los 42km en aquella sobremesa…
Un atleta (sí, ahora ya se me podía llamar atleta) de mi nivel tenía que optar a marcas más importantes: Quería bajar 40′ en 10km y de 1h25 en MM durante los próximos 12 meses. Google y yo podíamos conseguirlo.
Y a ello me puse: Competí el domingo, descansé el lunes y el martes ya estaba quemando zapatilla. Si era necesario vendería mi alma al tartán para terminar un entrenamiento de series como hacían los que sabían de esto.
En enero intenté por primera vez el sub40. No pudo ser, el frío de Xinzo fue demasiado para mi y me anoté el primer «fracaso» de muchos. Sí pudo ser a finales de febrero cuando, sin guardarme nada, conseguí mantener el ritmo sub4 durante los 10km de Porriño. Ahí debió terminar mi temporada, en la cumbre de mi carrera jaja. Pero la ambición me pudo y quise bajar también mi marca en MM antes del verano.
El resultado fue catastrófico. Me lesioné preparándola, llegué justo de forma y pasé un calor asfixiante en una Vig-Bay que no me quedaron ganas de repetir llegando a meta con 6′ de retraso con respecto al tiempo previsto. No está mal una cura de humildad de vez en cuando.
Descubrir que la gráfica del estado de forma no es siempre creciente fue duro de comprender para mi mente matemática acostumbrada al dos más dos son cuatro, pero no me iba a rendir tan fácilmente. Todavía quedaba mucho 2010 por delante.
Al poco nació Candela y eso sí que fue una carrera dura y sin avituallamientos: Noches en vela, llantos continuos, prisas para todo, cansancio acumulado, mal humor… Pero esa ya es otra historia que debe ser contada como se merece, El Origen debe acabar aquí. Tampoco es cuestión de escribir El Quijote que mis dotes literarias están a la altura de las atléticas y no dan para más.
Tal vez en otra ocasión podamos continuar esta aventura. Un abrazo a tod@s y feliz 2014!
Lo prometido es deuda. Aquí tenéis la continuación.
Quiero la crónica del 2011, que ahora te codeas con la élite, así que es interesante saber como fue esa evolución
Jaja, Un día que me sienta con ganas de escribir la escribiré. Este año está yendo muy bien, a ver si dura 😉
Felices Fiestas, Rubén!!!
Igualmente Lolo, para ti y los tuyos!