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Sobre mí

Hola:

Mi nombre es Rubén y me voy a presentar para que me conozcáis un poco mejor.

Nací en enero de 1981. Era un bebé normal, sin nada extraño. Lloraba lo justo para que mis padres no se olvidasen de que existía pero no lo suficiente como para que deseasen hacerlo.

Nací bastante más tarde de la guerra civil y tampoco viví la muerte de Franco, eso sí, un mes después de mi nacimiento un tipo con bigote pegó unos cuantos tiros en el congreso.

Ahora suena bastante gracioso pero dudo que a mis padres, con bastante más conciencia que yo por aquel entonces, les hiciese mucha gracia.

Sé, porque me lo han contado, que en el 82 se celebró un mundial en España, aunque no sé muy bien cómo quedamos, supongo que eliminados en cuartos. Y, aunque recuerdo al Naranjito, mi memoria histórica comienza un poco más tarde: con Súper Ratón, Pumuki o los Fraggle.

Los de mi generación somos los últimos que han aprendido a jugar en la calle a las chapas, las canicas, la comba y el pilla y, a la vez, somos los primeros que han jugado a la Play Station. Bueno, vamos al grano.

Estudié EGB en un colegio concertado que ya ni siquiera existe. En aquella época todavía nacían muchos niños y la demanda de plazas en la escuela pública estaba por las nubes. Mis profes eran Don y Doña y te podían soltar una hostia sólo porque estabas mirando por la ventana. Terminé el colegio en el 95 y empecé en el instituto sin ningún tipo de secuela ni nada parecido.

Soy de las últimas generaciones de BUP y COU, de cuando la ratio de alumnos rondaba los 40 por aula y no sabíamos nada de agrupamientos ni de clases de refuerzo. Sufrí la selectividad y fui a la universidad, allá por el 99, con una masificación acojonante y pidiendo prórrogas en la mili (Sí, sí, también soy de las primeras generaciones que se libraron 🙂 )

Ahh! ¿Qué no he dicho lo que hice en la universidad? Pues pensad en una materia odiosa, esa de aquel profe tan serio… sí, ese que siempre llegaba a su hora, no sonreía nunca y parecía que el corte de pelo se lo hacía su abuela con el cortacésped. Estáis en lo cierto, estudié matemáticas. No me preguntéis por qué lo hice, la gente a esa edad hace cosas raras… por lo menos a mí no me dio por las drogas.

Pasé buenos años en la Universidad de Santiago. Conocí a gente excelente, tanto alumnos como profesores,. Viví las manifestaciones en contra de la LOU (qué era eso???) y, como siguen haciendo los estudiantes de hoy, me apunté aun montón de cursillos inútiles creyendo que serían buenos para mi futuro.

Aprendí a programar en un montón de lenguajes que ya ni recuerdo, la mayoría obsoletos. Me apunté a dios sabe cuántos cursos de inglés y no aprendí prácticamente nada y, ahora sé que se puede definir con precisión lo que es un cuerpo perfecto…

Aprendí muchas matemáticas, y pensareis ¿puede haber tantas?. Hay más, aún sigo aprendiendo.

Me licencié en al año 2004 sin demasiadas complicaciones y me tragué todo eso de que los universitarios con un expediente medianamente bueno tienen muchas facilidades para encontrar empleo.

Tras terminar mis estudios universitarios, llegó un momento crucial en mi vida. Es ese momento en que sales a la calle con ganas de comerte el mundo, creyendo que sabes más que nadie y con el ego por las nubes y en cuanto llegas a las primeras entrevistas de trabajo y te das cuenta de que no tienes experiencia en nada, de que a nadie le importa si sabes manejar SPSS y de que, pare reponer en Carrefour no hace falta saber inglés, se te baja de un plumazo.

Descubres que no te van a pagar tanto como creías, que no te dejan ninguna responsabilidad, que la jornada de 8 horas es muy larga y, lo más importante: ese trabajo por el que tanto has luchado no va a llegar de un día para otro. Te toca repartir publicidad, conducir un furgón o reponer yogures, como a todos.

En este momento algunos de mis compañeros decidieron seguir estudiando, otros empezaron en el mercado laboral con mejor o peor suerte y el 95% acabaron como yo, opositando.

Yo tuve bastante suerte y en un par de años logré una plaza de profe de matemáticas en el sistema educativo español. Más o menos mi vida sigue igual, sólo que ahora veo las cosas desde «el otro lado».

El no tener que preocuparme por llegar a fin de mes me ha permitido poder dedicar tiempo a muchas otras cosas.

Retomé el atletismo y lo disfuté sufrí durante varios años hasta que mi tendón de aquiles dijo basta. Me hubiera gustado seguir corriendo. Pero, como mi traumatólogo me dijo una vez, ya no tengo edad para estas cosas.

Me retiré en 2015, después de intentar casi todos los tratamientos habidos hasta la fecha y algunos que aún, a día de hoy, no existen. Pero esa historia, daría casi para otra página de presentación completa y tampoco os quiero aburrir.

Como no puedo estarme quieto, se me ha ocurrido aprender a nadar y, la verdad, no está nada mal :). La natación me ha devuelto ese gusanillo de la competición que había quedado un poco olvidado.

Además, mi traumatólogo esta mucho más contento ahora que no tiene que tratarme algo cada dos meses. El único que sufre un poco es mi fisio que ha pasado de vivir a mi costa a tener que buscarse otros clientes.

Lo más importante es que ambos deportes me han permitido conocer a un montón de gente estupenda.

Empecé mis estudios de doctorado, que he abandonado totalmente (perdóname Manolo), me matriculé en la escuela de idiomas y conseguí aprender inglés de una vez por todas (Ahora estoy en fase de olvido y casi he llegado al punto inicial), me he casado y he tenido dos hijas maravillosas.

Siempre me ha gustado trastear en cualquier cosa que tuviese cables y cuando, a los 9 años, mis padres me regalaron un Spectrum, me hicieron el niño más feliz del mundo. Desde entonces, no he perdido ocasión para curiosear en cualquier chisme que haya caído en mis manos, lo que me ha hecho perder una cantidad de tiempo enorme en cosas a las que, la mayoría de las veces, no he sacado todo el partido que debiera.

He decidido poner orden en todas esas cosas que he ido aprendiendo de aquí y de allá y me he matriculado en un ciclo superior a distancia pensando, sobre todo, en resolver dudas y entender mejor el funcionamiento de las cosas. Todavía es pronto para saber cómo resultará pero lo que es seguro es que le pondré todas las ganas y la ilusión con las que he afrontado todos los proyectos en mi vida.

Un saludo y ¡muchas gracias por llegar hasta aquí!